Me dispongo a escribir este breve comentario tras la práctica que hemos realizado hoy en clase en la que por grupos debíamos concebir nuestro centro ideal.
Creo que el fenómeno que ha ocurrido en mi grupo (básicamente hemos parodiado un centro concertado con valores tradicionales) habla precisamente de aquellas características que nos resultan cómicas por anticuadas. En el ejercicio en el que teníamos que ordenar valores por orden de importancia, la religión o la buena moral ocupaban los primeros puestos acorde con la ideología de nuestro centro. Sin embargo, quedaba claro que la opinión general era que la salud, la familia, los amigos, el trabajo personal, el ocio, o la educación sexual debían primar, si nos hubiéramos puesto serios, sobre los demás.
Es curioso reflexionar sobre nuestro comportamiento, sobre cómo a través de la risa, que es uno de los castigos sociales más potentes que existen, nos hemos colocado, casi sin darnos cuenta, en el campo opuesto.
¿Habría ocurrido esto mismo pero al revés de realizar esta actividad en un centro privado católico?
Es más que probable.