La reflexión que hago en este artículo surge después de ver el vídeo " Cuando la casa se convierte en escuela" (https://www.youtube.com/watch?v=DD8Z2ImjHvM ) en la que una familia de Simancas explica por qué ha tomado la decisión de no llevar a sus hijos a la escuela y de educarlos ellos mismos en casa.
Los tres integrantes de la familia que protagonizan el vídeo son la madre, Sorina Oprean, originaria de bulgaria y miembro de la Junta directiva de ALE ( Asociación por la libre educación) y sus dos hijos, Adina de 15 años y Radu de 13 años. En el vídeo defienden su manera de educar y de ser educados, respectivamente: aunque abogan por la educación obligatoria, rechazan la escolarización obligatoria. Los dos padres, en especial la madre, se encargan de darles a sus hijos los conocimientos que consideran fundamentales, así como de potenciar las capacidades que consideran importantes para el desarrollo personal e intelectual de los niños. Con una metodología mucho más flexible que la de la escuela tradicional, parece que los tanto Adina como Radu disfrutan aprendiendo. Dedican más tiempo a aquelllo que les interesa y pueden elegir en cierta manera lo que más les apasiona, además de descubrir nuevas aficiones frecuentemente.
Si me preguntaran qué opino de la educación en casa o el "homescholing" diría que aquellas familias que se lo puedan permitir, adelante. Si, como en el caso de la familia de Simancas, los padres pueden dedicar su tiempo a ser los tutores ( del latín clásico ''tueor'' o ''tueri'' que significa observar, dirigir, proteger) de sus hijos y cuentas además con una casa y unos medios como los de esta familia, por qué no. Claro está que esto habría que regularlo de alguna manera con un inspector de educación que comprobara que efectivamente los niños están recibiendo una formación. Qué mejor que disfrutar de aprender en casita con tus hermanos y tus padres.
Hasta aquí la parte bonita. El mayor problema que le veo a esto, no es académico, ya que realmente creo que estos niños pueden acabar estando incluso mejor formados que los alumnos corrientes, sino social. Me parece que el hecho de pasar tanto tiempo con dos o tres personas de tu núcleo familiar te puede hacer percibir la realidad de manera errónea. Te puede hacer pensar que el mundo es como tu casa y que la gente es como papá y mamá. Y todos sabemos que no. Me cuesta creer que estos niños socialicen de una manera normal, estén acostumbrados a tratar con personas que no son de su agrado, a pagar por los fallos de otro, a sufrir injusticias... incluso a verse obligados a hacer cosas que no les gustan. El mundo no está hecho a medida de nadie y pensar que todo gira entorno a ti puede ser peligroso, por muy bien formado que estés académicamente.
Yo personalmente, preferiría que mis hijos salieran a la vida real desde pequeños para que pudieran comparar lo que ven en casa con lo que ven fuera y se dieran cuenta progresivamente, como nos ha pasado a todos, que la forma de hacer las cosas a la que están acostumbrados no es ni la única, ni muchas veces la mejor.
Pero, oye, cada cual a lo suyo. Mientras este tipo de educación esté controlada para que no haya niños con padres irresponsables que se queden en casa sin hacer nada, me parece una decisión que los progenitores deberían poder tomar.
Tal vez esta modalidad haga espabilar un poco al sistema educativo, aunque sea de manera teórica.
Veremos si va teniendo más éxito en los próximos años del siglo XXI.