Ni derrotistas diciendo que el país se va a pique y que "cualquier tiempo pasado fue mejor", ni políticos sonriendo afirmando que estamos a la cabeza de Europa en innovación educativa. Ni tanto ni tan calvo.
Creo que tenemos que ser sinceros con nosotros mismos tanto para reconocer nuestros defectos como para alegrarnos de nuestros aciertos. Si España sigue formando grandes profesionales muy cotizados en Europa es porque a pesar de los fallos en el sistema, los miembros que lo componen, profesores y alumnos, son ambiciosos, trabajadores, inteligentes y eficientes. Tenemos ganas de hacer las cosas bien, vaya. Lo que habría que mejorar son todas esas cosas que nos impiden, o nos dificultan, el formar a nuestros alumnos de la mejor manera posible. Se me ocurre por ejemplo el exceso de estudiantes por clase, la precariedad tecnológica de algunos centros, la incongruencia de la EBAU con respecto a los nuevos métodos de evaluación y aprendizaje... La lista es larga, para qué nos vamos a engañar.
Con respecto a otros países en Europa se nos echa en cara la poca flexibilidad de nuestro sistema educativo para que los alumnos puedan centrarse en las materias que más les gusten, el escaso trabajo de campo y el abuso de clases teóricas, así como nuestros pésimo nivel en lenguas extranjeras que se muestra reacio a la mejora.
Si bien muchas de estas críticas son justificadas, creo que no hay que intentar imitar letra por letra los otros sistemas, sino que hay que reconocer sus aciertos y ver cómo en nuestro contexto y dentro de nuestros recursos y posibilidades podemos mejorar lo que hacemos. Por ejemplo, no debemos prentender hablar inglés como un alemán porque él va a tener una facilidad siempre mayor al tratarse de otra lengua germánica. Sin embargo, nos podríamos fijar en cómo se enseña el inglés en Alemania (Alemania, Holanda, Islandia...) para intentar cambiar una metodología que cojea desde hace cuarenta años.
Aprender de los vecinos sí, pero sin perder de vista nuestros propios objetivos.