7. El Libro Blanco, ¿a la lista negra?

 En 2015 el Ministerio de Educación liderado por Rajoy le pide al filósofo y pedagogo José Antonio Marina que escriba sobre el estado de la educación en España. En un tiempo récord, este publica el Libro Blanco de la Profesión docente y su entorno escolar. En él, propuestas como blindar la educación, seleccionar a los docentes de una manera más rigurosa o evaluarlos constantement a lo largo de su carrera; no son sino los ingredientes necesarios para llevar a cabo la revolución que la educación en España lleva tanto años pidiendo.

Uno de los puntos más controvertidos del libro reside en la proposición de J. A. Marina de hacer a los futuros profesores formarse durante 7 años en los que harían cuatro de grado, uno de máster y dos de prácticas remuneradas. Con esto pretende que solo los mejores preparados, una élite intelectual, llegue a ocupar los puestos docentes de nuestras instituciones públicas. No conformándose con eso, establece una forma de seguir evaluando a los profesores durante toda su carrera para que el primer esfuerzo y el último que hagan en su vida no sea sacarse las oposiciones. El pedagogo nos muestra un docente responsable de la educación del país que tiene la sartén por el mango y cuyo deber es darle la vuelta a la tortilla.

En el fragmento del libro que nos ha tocado en clase, Marina advierte de los "mecanismos de defensa que hay que desarmar", es decir, es consciente de que sus propuestas no van a gustar a mucha gente por lo que vuelve a insistir es la importancia de sensibilizar a los docentes sobre su imprescindible función social. "Un gran poder conlleva una gran resposabilidad" les dice a todos, mientras unos pocos empiezan a preparar la cicuta.

Y yo creo que en esto a J. A. Marina no le falta razón. No puede ser que alguien se saque unas oposiciones con 20 años, o con 30, o con 40 y ya no vuelva a pegar un palo al agua, ni a ningún sitio, hasta su jubilación. Si bien a los buenos profesores no hace falta decirles que se tienen que seguir formando, que tienen que conocer los avances en su campo, las novedades tecnológicas, etc, los malos parece ser que no se acuerdan o que no se quieren acordar. Porque es muy cómodo llegar a clase y sentarte con las mismas hojas amarillas durante 40 años, pero para hacer eso, por favor, quédate en tu casa.

Yo sí que pienso que los profesores deberían ser una élite, pero no una élite de los más listos del lugar o de los que coleccionan, o coleccionamos, títulos, sino una élite que quiera realmente enseñar, una élite que lo haga por vocación y que se haya tenido que pelear contra viento y marea para llegar al puesto que ocupa.

Ya basta, que lo de "el que vale, vale y el que no enseña", nos está saliendo muy caro.